Ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de 2004, esta película de Bahman Ghobadi rompe todos los prejuicios que muchos espectadores suelen tener con el cine iraní, recelos basados en la a veces excesiva e infundada predilección de los críticos por cineastas y películas de aquellas latitudes y en una educación cinéfila que en gran parte del público se sustenta únicamente en el modelo hollywoodiense. Sin embargo, Las tortugas también vuelan excede lo que habitualmente puede esperarse del cine iraní y ofrece grandes atractivos para espectadores de cualquier prodecencia.
Además de la cuidada fotografía, los hermosos exteriores y el retrato socio-antropológico de la realidad de las gentes del Kurdistán iraquí, la película cuenta con un guión magníficamente construido y con unas interpretaciones soberbias a cargo de actores en su mayoría sin experiencia para contarnos la historia de una pequeña aldea de las montañas en la que sus habitantes buscan desesperadamente una antena parabólica. ¿Para ver el mundial de fútbol? Ojalá la película se hubiese tenido que ceñir a eso por falta de base real. En realidad la antena es la única forma en que los pacíficos habitantes de aquellas montañas pueden enterarse del próximo ataque norteamericano contra Iraq. Un joven mutilado, acompañado de su hermana y su sobrino, presiente que apenas quedan unos días para el ataque, y así se lo dice a los vecinos. Cinta escalofriante no tanto por lo que muestra sino porque cuenta con el bagaje posterior de imágenes de crueldad y guerra que los noticiarios han incrustado en la retina del espectador, oscila entre los momentos de comedia, el retrato de vida cotidiana y la tensión creciente ante una incertidumbre que se abre, una perspectiva de cambio que puede traer un futuro mejor y también la ausencia de cualquier tipo de futuro, como así ha sido para más de medio millón de iraquíes y unos pocos miles de militares norteamericanos.
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Ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de 2004, esta película de Bahman Ghobadi rompe todos los prejuicios que muchos espectadores suelen tener con el cine iraní, recelos basados en la a veces excesiva e infundada predilección de los críticos por cineastas y películas de aquellas latitudes y en una educación cinéfila que en gran parte del público se sustenta únicamente en el modelo hollywoodiense. Sin embargo, Las tortugas también vuelan excede lo que habitualmente puede esperarse del cine iraní y ofrece grandes atractivos para espectadores de cualquier prodecencia.
Además de la cuidada fotografía, los hermosos exteriores y el retrato socio-antropológico de la realidad de las gentes del Kurdistán iraquí, la película cuenta con un guión magníficamente construido y con unas interpretaciones soberbias a cargo de actores en su mayoría sin experiencia para contarnos la historia de una pequeña aldea de las montañas en la que sus habitantes buscan desesperadamente una antena parabólica. ¿Para ver el mundial de fútbol? Ojalá la película se hubiese tenido que ceñir a eso por falta de base real. En realidad la antena es la única forma en que los pacíficos habitantes de aquellas montañas pueden enterarse del próximo ataque norteamericano contra Iraq. Un joven mutilado, acompañado de su hermana y su sobrino, presiente que apenas quedan unos días para el ataque, y así se lo dice a los vecinos.
Cinta escalofriante no tanto por lo que muestra sino porque cuenta con el bagaje posterior de imágenes de crueldad y guerra que los noticiarios han incrustado en la retina del espectador, oscila entre los momentos de comedia, el retrato de vida cotidiana y la tensión creciente ante una incertidumbre que se abre, una perspectiva de cambio que puede traer un futuro mejor y también la ausencia de cualquier tipo de futuro, como así ha sido para más de medio millón de iraquíes y unos pocos miles de militares norteamericanos.
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